viernes, 5 de octubre de 2007

Aquel día

   Aquel día, día normal, sol en el cielo, tierra bajo mis pies. Sed, ho! que sed, busco un vaso, donde están los vasos, creo que están… a no ahí no están allá, bajo la despensa en ese mueble, justa al lado izquierdo de los platos, no es un buen lugar, aunque no mejor si es un buen lugar (por que asi cuando coloque la mesa para almorzar sacare los platos y los vasos a la vez). Sacare un vaso, para saciar mi sed de forma decente, como es posible que tome agua de la misma llave, que diría alguien si alguien me viera. Camino paso a paso desde la biblioteca hasta la cocina, pues allí están los vasos, pero… y si hiciera una locura… y si… me fuera al baño y tomara de la llave en el baño, ahí nadie ve esa cochinada; pero si por casualidad alguien entrara, si mejor voy a la cocina como buena gente o gente buena, que no es lo mismo… o ¿si?. Como decía camino a la cocina, que se acercaba paso a paso me doy cuenta que mi zapato esta desamarrado, detengo mi paso lentamente, pues cuando el pie esta en el aire no hay quien lo detenga, cuando se logro detener lo abrocho, pero me acuerdo que ando sin zapatillas así que no amarro nada.
   Siguiendo con mi andar a pies descalzos, llego a la cocina, la arrazo con la mirada, y me dirijo a aquel sitio bajo la despensa, abro la puertecilla, y justo allí en el lado izquierdo donde día tras día están los vuelvo a encontrar, a si…. Mis queridos vasos trasparentes justo al lado de los platos (no son mucho pero para que quiero mas si no hay muchas personas en esta casa), saco uno lo observo minuciosamente, y veo esa infernal manchita, mas pequeña que una hormiga, pero es mancha al fin y al cabo. Siempre he dicho que no hay que pasar por alto nada, y esto no será la excepción. Voy sosteniendo el vaso con rabia, no es posible que se me halla pasado es mancha, llego al lava platos, tomo la esponja abro la llave del agua, y suich suich suich el vaso rechinaba de limpio, lo enjuago, lo secoy veo si tiene algún otro “detalle” y como si fuera poco me doy cuenta de el colmo de los colmos, esa manchita no era manchita, era simplemente un piquete del vaso.
   Con una pequeña sonrisa lleno el vaso con agua, lo dejo ahí para mas rato lavarlo y me devuelvo a la librería y siguo leyendo.

Francisco Villablanca

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